En busca del algoritmo.

Del libro «Sinergia.
Una antología literaria a dieciocho manos»

En busca del algoritmo
que rige a mi pensamiento
reservo billete al centro
más caro de mi organismo.

Me desplazo hasta el abismo
para rescatar mi huella
y un leve temor que arde
en mis pasos se atropella,
ya no soy yo, sino ella:
la tenue luz de la tarde.

La tenue luz de la tarde
recorre sus estaciones
dividiéndose en fracciones.
Llega pronto al aeropuerto
sin voz que la salvaguarde,
llega con un ojo abierto.

Rompiendo sus conexiones
allí donde todo expira,
sobre su biorritmo gira.

Llega pronto al aeropuerto,
en el equipaje lleva
un traje que la conmueva,
llega con un ojo abierto.

No la ve, quien no la observa
cuando se marcha y regresa,
cuando en su viaje atraviesa
el fondo de los reflejos,
la prisa de los relieves;
cuando en los descansos breves
le alcanza la madrugada,
cuando entre lunas sentada
se esfuma por la ventana
penetra por los espejos
y amanece en la mañana
tejiendo poemas leves.

Si en rama o girasol se transformara
bailando con el sol en una esquina
clorofila desnuda en su retina
los días engullera en algazara.

Quien no la intuye no abraza
las voces de su templanza,
ciego de las fantasías,
sordo a las diversidades
su anatomía no alcanza.

La tenue luz de la tarde
desvestida en averías
planea sobre la aurora.
Alimentando sus roles
se rehace en filigranas,
en el aquí y el ahora
se descubre en arreboles.

Vuelve con los pies mojados,
sube por las escaleras
mecánicas de la vida
cual ausencia convertida
en presencia verdadera.

Si en cocuyo el alma transmutara,
entre sombras que esquivan compartir,
molécula infantil colonizara
los ámbitos del síndrome senil.